Desde hace miles de años, el tejido es una de las expresiones, tanto artística como utilitaria, que ha estado presente en todas las culturas. En la Edad de Bronce se sabe que esta actividad estaba presente en la vida cotidiana. También podemos encontrar imágenes en cerámicas griegas que representan telares o figuras de tejedores.

En Egipto el arte textil estuvo muy desarrollado. Numerosos frascos dan testimonio de la maestría de esos artistas que trabajaron como ninguno el lino y son muchos los hallazgos de tejidos encontrados en los yacimientos de ese país.

Aunque no se sabe a ciencia cierta donde y cuando se inventó el telar, existen vestigios que lo colocan en tiempos prehistóricos. Se cree que el primer telar debió ser tan simple como una rama de árbol moviéndose de manera más o menos paralela al suelo formando tejidos más bien toscos. “En telares primitivos los hilos de urdimbre (longitudinales) debían mantenerse rígidos de manera horizontal, posteriormente se remplazó la rama de árbol por una estructura fija de madera (modificada para ese fin en específico) que permitía trabajar en forma vertical, tal como lo demuestran pinturas pertenecientes a la antigua Grecia; por otra parte se cree que los egipcios fueron los primeros en utilizar una lanzadera para sostener y manipular la trama en telas que datan de más de 6000 años”.

Se ha encontrado, que civilizaciones separadas geográfica y temporalmente basaron su producción textil en el mismo principio, particularizándose de acuerdo a las necesidades y materias primas propias de la región. 

El siguiente paso en la evolución tecnológica fue el denominado telar de cintura, cuyo uso, en la actualidad, continúa en nuestro país por algunos pueblos indígenas.

La estructura es de forma rectangular o cuadrangular; los hilos de urdimbre se mantienen tensos al fijar uno de los soportes a una estructura vertical y el otro a una cinta que se ajusta alrededor de las caderas del tejedor, el cual se arrodilla o se sienta para realizar el trabajo. Los hilos de trama (transversales) se insertan por encima y por debajo ayudándose con los dedos y, más tarde dentro del desarrollo histórico, con la ayuda de una lanzadera que se hace pasar a través de los hilos de urdimbre que se han levantado.

 

Posteriormente, con la especialización del trabajo y la necesidad imperante de aumentar la producción, el mecanismo de barras de madera fue transformado en mallas y lizos, que se fijaron a pedales de manera que el tejedor podía separar la urdimbre con los pies dejando libres las manos para poder insertar los hilos de la trama. Este tipo de cambios, que requirieron una estructura con mayor estabilidad, dieron lugar a los telares de piso.

 

 

En 1733 el inglés John Key patenta la lanzadera volante (flying shuttle) que consistía en un mecanismo de palancas que empujaba la lanzadera a través de una guía, esto permitía que la trama pudiese ser manejada por un solo trabajador que limitaba sus movimientos sólo al acomodo de ésta, incrementado con ello la velocidad del tejido.

 

Desarrollo del telar mecánico

La automatización de procesos durante la Revolución Industrial en Inglaterra fue resultado de las condiciones económicas, innovaciones técnicas, adelantos en la transferencia de energía y en la mecanización de las fábricas.

En 1769, el inglés James Watt diseñó una máquina que convertía la energía del vapor de agua en energía mecánica o movimiento. El vapor producido en la caldera hermética era dirigido mediante un sistema de tuberías al interior de un cilindro que impulsaba un émbolo o bien presionaba las palas de una turbina para hacerla girar.

La máquina de vapor tuvo aplicación inmediata en la industria textil. La primera versión del telar de Key requería la intervención de dos hombres para dar movimiento a la lanzadera así como para levantar y bajar los hilos de urdimbre, procesos que lograron mecanizarse gracias a la nueva tecnología energética.

En 1784 Edmund Cartwright desarrolla el primer telar basado en movimiento hidráulico, aprovechando la energía obtenida de la caída de agua que generaba la rotación de turbinas. La utilización de este nuevo tipo de energía supuso cambios en la configuración del telar, las piezas de madera –que conformaban casi la totalidad de la máquina- tuvieron que ser reemplazadas por hierro. El telar de Cartwright permaneció prácticamente invariable durante 25 años hasta que William Harrocks incorporó mecanismos y flechas que permitían detener el telar en caso de que la trama o la urdimbre se rompieran o bien si la lanzadera no llegaba al final de su recorrido. Otros dispositivos habilitaban el intercambio de lanzaderas sin necesidad de detener el telar. Su funcionamiento consistía en colocar un cargador con varias bobinas llenas de hilo en uno de los extremos del telar, expulsando la bobina vacía y colocando una nueva en su lugar.

Una de las innovaciones más importantes en el desarrollo de los telares fue introducida en Francia en 1801 por Joseph Jacquard.

Su telar empleaba un sistema de tarjetas perforadas que determinaban la posición (atrás/adelante) del hilo de trama con respecto a la urdimbre.

El funcionamiento se basaba en una serie de tarjetas -una por cada pasada de trama - perforadas y acomodadas de acuerdo al patrón de diseño.

Estando en posición, permitían el paso de las agujas conectadas a los hilos de urdimbre correspondientes a las perforaciones, elevándolos para permitir el paso de la lanzadera. Una vez completado el movimiento se utilizaba la siguiente tarjeta y así sucesivamente. Al terminarse éstas, la secuencia comenzaba nuevamente, con lo cual se lograba un proceso continuo de diseños exactos. Esta técnica fue tan exitosa que, para 1812, el dispositivo fue incorporado a más de 18,000 telares en Francia, considerándose un cambio tecnológico muy importante. El uso de las tarjetas perforadas inspiró al matemático Charles Babbage para intentar diseñar una máquina calculadora basada en el mismo principio.

Desarrollo del telar automático

Si bien los telares mecánicos aumentaron considerablemente la producción mediante la sincronización de procesos, el control y toma de decisiones seguía dependiendo del trabajador. Los telares mecánicos tradicionales, por ejemplo, tenían que ser detenidos para remplazar la trama de la lanzadera. Debido a estos tiempos “muertos” el trabajador podía operar solamente un máximo de cuatro máquinas.

James Northrop, emigrante inglés, desarrolló en 1889, en Estados Unidos, un sistema que permitía manipular la trama mediante el cambio de canillas sin necesidad de alentar o detener el telar, y lo más importante era que podía prescindir del hombre para realizarlo. De esta forma se crea el primer telar automático. Esta innovación habilitó la operación de hasta 16 equipos por trabajador, al disminuir el tiempo de atención que requerían por parte de éste, obteniendo rendimientos mucho más elevados y mayor producción.

En 1898, Ruti, el mayor fabricante de telares suizo, mejoró el sistema de Northrop al desarrollar un mecanismo de bobina automático, cuyo movimiento se lograba mediante imantación temporal. Mientras tanto, empresas japonesas como Toyota, Sakamoto y Tsudakoma lograron incorporar la transferencia automática de la lanzadera.

Telares modernos

El elemento central que ha orientado las innovaciones tecnológicas en la industria textil es la búsqueda de un proceso continuo de producción donde se alcance la eliminación, simplificación y automatización creciente de las operaciones. Para ello los adelantos se han centrado en:

1)      Dispositivos para separar la urdimbre y elaborar diseños tejidos más complicados;

2)      El uso de computadoras y sistemas de control electrónico; y

3)       Métodos más rápidos de insertar el hilo de la trama

A pesar de la eficiencia aceptable del telar convencional, su productividad se ha visto limitada debido a la velocidad de la lanzadera, la cual, al ser incrementada, presenta algunos inconvenientes: genera gran cantidad de ruido y vibración, el movimiento se vuelve más difícil de controlar y las probabilidades de error son mayores. Para superar estas limitantes se han desarrollado tres tipos de telares sin lanzaderas: de chorro de agua, de chorro de aire y el telar de espadín. En estos sistemas, los hilos de trama no son continuos, sino que se miden y cortan dejando un borde a lo largo de la tela, pudiendo fundirse en el caso de las fibras sintéticas.

Aqui un video de uno de los telares mas veloces en la actualidad de la marca toyota

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